Alasdair MacIntyre en Notre Dame

Hace ya casi dos semanas varios «big shots» estuvieron en Notre Dame para discutir, desde diversos enfoques, sobre la justicia. Estas presentaciones se dieron en el contexto de la conferencia «The Crowning Glory of the Virtues: Exploring the Many Facets of Justice«. Al menos tres figuras prominentes estuvieron presentes, Alasdair MacIntyre, Michael Sandel y John Finnis. Tuve oportunidad de escucharlos a todos y comparto con ustedes mis notas de las conferencias. Lo haré en tres posts distintos y no puedo asegurar cuándo es que termine con el proceso, porque cada vez tengo menos tiempo y, además, tomé las notas en inglés y tengo que traducirlas. Sea como fuere, la promesa está hecha y las notas llegarán progresivamente. Lamentablemente, dicho sea de paso, no he desarrollado la hexis de EDLJ, y no he podido grabar las conferencias. Así que tocará confiar en mis notas y en mi capacidad para descifrar acentos tan diferentes del inglés.

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MacIntyre inició hablando de lo que el llamó un «reflective Catholic» y cómo serlo implicaba definirse como no siendo otra cosa. En el contexto actual, eso supone el rechazo del scientific naturalism. Puesto en términos radicales, la cuestión es cuál de las dos visiones del mundo, la católica o la del naturalismo científico, es verdadera. El católico, evidentemente, debería luchar por afirmar la suya.

Para poder lograr esto hace falta comprender mejor la narrativa de nuestra vida. ¿Son las historias que narramos de nosotros mismos, historias verídicas? Si vemos el mundo de hoy parece evidente que Dios no está presente en la creación. Nos encontramos sin esperanza. Esa es la posición que defiende el ateísmo. Sin embargo, un católico reflexivo como el que propone MacIntyre, debe narrar una historia diferente. Debe desafiar la narrativa atea a partir de una narrativa anclada en la Escritura.

El problema es que en nuestra época, aunque existe una sola doctrina, hay muchas culturas católicas. ¿En qué Jesús debemos creer? Para MacIntyre, es claro que debe ser el Jesús de la tradición. El modo de obtener una mejor idea de esa narrativa bíblica y de ese Jesús es a través de la oración. Ella sintetiza tanto la narrativa teológica como la cultural. A través de la oración es posible desafiar la problemática planteada por la narrativa atea.

A este respecto, MacIntyre planteó el ejemplo de Charles Péguy en la Francia de la primera parte del siglo pasado. Para MacIntyre, Péguy es una figura representativa por su conversión del socialismo secularista al catolicismo. Él supo definirse, como nos pedía MacIntyre al inicio de la charla, como un católico en lugar de otra cosa. A saber, Péguy se autodefinió como un católico socialista y republicano y no como un socialista secularista o como un católico conservador. La poesía y la oración estuvieron unidas en su caso para poder combatir otras alternativas.

Para el autor de After Virtue, esta es la manera apropiada de desarrollar una narrativa nueva de uno mismo. Ahora bien, para MacIntyre, nuestra narrativa depende de el modo en que concebimos metafísicamente la realidad. Lo que podríamos llamar menos filosóficamente, una visión de mundo. Este es un tema conocido para quienes están familiarizados con su obra clásica.

¿Cómo se sitúa en este contexto el problema de la justicia? Para el autor, una mala educación supone una sociedad incapaz de debatir con propiedad los complejos problemas que se les presentan. Los EEUU, según el filósofo, constituyen un buen ejemplo de creciente inequidad. Lo que se necesita es una masiva redistribución. Lo interesante, es que estos problemas de inequidad, patentes en el sistema educativo, hacen que los estadounidenses sean menos capaces de comprender sus propias narrativas de vida, las de sus familias y por extensión las de su nación, particularmente en lo que atañe a las luchas por la justicia que se han librado en este país.  Esto se refleja, además, en la cada vez más escasa familiaridad con la poesía que, explica MacIntyre, no debe entenderse de modo restrictivo: él piensa en todo discurso considerado como venerable por una sociedad. El ejemplo estadounidense es Emerson. Este es un punto fuerte de MacIntyre, a mi juicio. Aunque uno le puede discutir muchas cosas, como en mi caso, creo que la importancia de la «poesía» es determinante en la configuración del imaginario social y considero también que la inequidad es tremendamente destructiva en relación al juicio crítico que la poesía puede formar. El caso peruano es muy triste a este respecto, pero se trata de una cuestión global.

¿Cómo deberían proceder los católicos en este contexto? MacIntyre se animó a ofrecer algunas pistas. 1. Deben esmerarse por afirmar su identidad: son primariamente católicos en lugar de liberales o conservadores. 2. Debe cooperar con las obras de caridad y justicia promovidas por la Iglesia. Deben estar atentos a las necesidades de la gente. 3. El obrar de la Iglesia puede ser una pista de cómo es que los católicos deben proceder en política. Mientras que se hace la justicia y la caridad, toca imaginarse cómo es que sería vivir en una sociedad en la cual estas necesidades estuviesen cubiertas. Si comprendí bien a MacIntyre, aparentemente la idea es que la preocupación política de los católicos no debe estar tanto en participar expresamente de las instancias de gobierno, sino en la transformación de la sociedad siguiendo la doctrina social de la Iglesia. Haciendo esto, su labor es pensar en una «narrativa nacional» que permita la materialización de una sociedad justa: cuando se suplen los problemas de inequidad es cada vez más factible hacer una interpretación de nuestras propias vidas en el contexto de una comunidad nacional y, por ende, pensar en nuestro destino político.

Preguntas del público

Esta fue una sección muy interesante, no tanto por la calidad de las preguntas, sino por cómo estas reflejaban las preocupaciones de los católicos americanos reflexivos. En efecto, como la charla de MacIntyre anticipó, hay un fuerte deseo de recibir consejo respecto de cómo enfrentar el mundo secularizado. No noté en ningún momento mucha receptividad con el mismo: la idea fue siempre cómo defender el catolicismo de las consecuencias de la secularización, una suerte de ánimo «Vaticano I», pero, claro, mucho más moderado (o al menos eso parece).

Una pregunta, que agrupa bien a las otras, trasladó la temática al contexto familiar y al problema de cómo la educación que las familias proveen se ve amenazada por la política. Un tema muy interesante en los EEUU y que se asocia fuertemente con el de la libertad religiosa (puede verse mi post sobre este tema hace algunas semanas). Para MacIntyre este tema es central porque las familias son fundamentales en la constitución de las narrativas. En ese sentido, el autor sancionó la poca importancia que la política presta al respeto de las mismas. Para MacIntyre el Estado se toma prerrogativas que no le corresponden respecto de la definición de lo que es una familia. El filósofo recordó que el significado de la familia siempre fue un tema asociado a las narrativas de un determinado pueblo y que el Estado solo empezó a intervenir cuando se hicieron necesarias precisiones legales, como en el Reino Unido del siglo XVIII, cuando el Estado identificó con detalle lo que era un matrimonio como un modo de protección de las mujeres quienes, en ese tiempo, dependían totalmente de sus matrimonios como medios de subsistencia económica. El ejemplo fue interesante, aunque me pareció algo débil.

Addenda

Daniel me sugirió que hiciese algunos comentarios sobre cómo me sitúo frente a las ideas propuestas por MacIntyre. Es algo que ya había pensado, pero hizo bien mi amigo en recordármelo. Muy probablemente lo habría olvidado con el paso de los días.

1. Me parece claro que MacIntyre sigue siendo un católico conservador que mantiene una interpretación severa respecto del mundo moderno post-ilustrado. A pesar de que aquí no se reestablecieron los argumentos de After Virtue, las ideas centrales se dejaron sentir en el tono, en el modo en que MacIntyre respondió a algunas preguntas y, en general, en su llamado a la búsqueda de una narrativa que, si aquí no quedó claro, el autor asocia a una metafísica, una doctrina comprehensiva. Esa doctrina, no tengo razón para pensar algo distinto, sigue siendo la de After Virtue: una mirada nostálgica del pasado y una suerte de invitación a extraernos del presente o de adaptarnos incómodamente y resignadamente a él. No es poco importante que casi toda la charla, incluido el título, se desarrolle en torno a la idea de ser católicos en lugar de otra cosa. La concepción de la identidad católica, para MacIntyre, es contradistintiva y eso, para mí, es problemático. No hubo ninguna mención, por ejemplo, del diálogo interreligioso. Nada acerca de tender puentes hacia el otro. Se trata de asegurar lo que ya se tiene, de diferenciarnos del mundo. Buena parte de los católicos estadounidenses, al menos los de Notre Dame, disfruta este tipo de discurso. Tengo la impresión de que esto tiene que ver con el hecho de que son, aunque grande, una minoría religiosa en EEUU. Afirmar su identidad les ayuda a sobrevivir en un contexto que históricamente les fue siempre hostil. A este respecto, recomiendo revisar la breve historia del catolicismo en EEUU resumida por Gaspar Martínez en Confronting the Mystery of God.

2. Lo interesante es que, aunque es este su marco general de interpretación, algunas novedades aparecen. Ahora, estas son novedades para mí que soy un conocedor modesto de MacIntyre, nada cercano a un experto. Lo nuevo, a mi juicio, tiene que ver con las pautas para el desempeño político que el autor da a los católicos. La sugerencia de seguir la doctrina social de la Iglesia a este respecto es muy interesante. A mi juicio, estos documentos poseen  una lucidez impresionante y son textos en los cuales la Iglesia provee de notable enseñanza. No en vano la teología de la liberación de Gutiérrez los tiene siempre presentes en sus reflexiones. Así, a diferencia de otros pensadores conservadores que mantienen la teoría del chorreo teológico, es decir, la idea de que los católicos deben gobernar (arriba) para poder así evangelizar a las masas (abajo) de modo más efectivo; MacIntyre parece sostener algo muy diferente y muy valioso: que la acción política de los católicos en la sociedad pasa por la transformación del mundo desde sus bases. Por ejemplo, aunque el filósofo no hizo un tratamiento fino del tema de la pobreza, sus comentarios en relación a la conciencia reflexiva del católico, mellada por la poca calidad del sistema educativo, permiten colegir que existe una preocupación por la gran inequidad de nuestro mundo. Que MacIntyre propusiese transformar la realidad pensando en la doctrina social de la Iglesia como marco de referencia fue para mí una movida inesperada. Movida que valoro mucho, sin embargo. A pesar de que lo sigo percibiendo como un pensador conservador (lo cual no es en principio «malo», claro), creo que esto representa una interesante incorporación de nuevos elementos en su prédica, más allá de que en el fondo se desee o no (quién sabe) lo mismo que hace 30 años.

*Imagen tomada de http://www.londonmet.ac.uk/news/latest-news/2010/july/renowned-philosopher-alasdair-macintyre-joins-london-met.cfm

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