Marshall McLuhan: el medio es el mensaje (I)

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A partir de todo lo visto, me interesa hacer una serie de conexiones importantes con la obra de Marshall McLuhan, Comprender los medios de comunicación[1]. Quiero enlazar con ella los aspectos prometedores del pensamiento de Benjamin, sin perder de vista los de orden crítico, claro. Por un lado, me interesa examinar la potencialidad del cambio en nuestra subjetividad que se gesta con los nuevos medios. Esto implicará también ver el cambio en nuestra relación con los objetos y, por supuesto, en nuestro relaciones con los demás. En otras palabras quiero ver qué se puede sacar de positivo de la aproximación más bien crítica de Benjamin a lo fantasmagórico. Además, deseo volver sobre la sugerencia escondida en el Libro de los pasajes, aquella de que la división de forma y contenido es inconducente para entender los propósitos de la crítica de Benjamin. Ello nos conducirá a un tema capital en la obra de McLuhan. Finalmente, quiero ver cómo quedan el arte y el artista después de examinar estas ideas.

El libro de McLuhan al que hacemos referencia inicia con una ya muy conocida afirmación:

“En una cultura como la nuestra, con una larga tradición de fraccionar y dividir para controlar, puede ser un choque que le recuerden a uno que, operativa y prácticamente, el medio es el mensaje. Esto significa simplemente que las consecuencias individuales y sociales de cualquier medio, es decir, de cualquiera de nuestras extensiones, resultan de la nueva escala que introduce en nuestros asuntos cualquier extensión o tecnología nueva”[2].

Vale la pena detenernos a comentarla. Quizá decir que se trata de una cultura con una suerte de tradición por el control sea una afirmación gruesa, pero no quiero detenerme en ese detalle. Lo que interesa aquí es la tesis con la que se le contrapone: el medio es el mensaje. Esta idea es muy fina, simple y a la vez compleja. Lo que aquí supone nuestro autor es que la escisión entre forma y contenido, el medio y el mensaje que en él se manifiesta, es inconducente. El modo de presentación de algo configura ya el modo en que ese algo es comprendido a tal punto que son indiferenciables.  La cuestión radica en dejar de ver a los medios de comunicación como meros vehículos de contenidos, como pensaba Locke del lenguaje, por ejemplo, y empezar a verlos como extensiones nuestras, como nuevos modos de asimilar el mundo. Así, los nuevos medios constituyen transiciones profundas en nuestra forma de estar en el mundo y de aprehenderlo. Estas ideas de McLuhan nos deberían conectar nuevamente con la problemática tratada por Benjamin. Mi impresión es que él empezaba a percibir de cierto modo este nivel de la reflexión, a ello he hecho referencia varias veces cuando hablaba de menciones sugerentes pero poco desarrolladas. Creo que Benjamin, como he dicho, tiene una posición ambigua con los nuevos medios y con la técnica moderna, ve en ellos potencialidades que, sin embargo, la fantasmagoría oculta. Sin embargo, sabe que hay una dimensión de tránsito con estas nuevas tecnologías, que se está configurando, en cierto sentido, una nueva humanidad. El problema con él es que, por las condiciones de la época, pone el énfasis en la parte negativa del proceso. Lo que hace McLuhan es analizar su potencial revolucionario, pero de modo positivo. No se concentrará ya en pensar si quizá el cine u otros medios pueden ser útiles para la crítica social; la revolución que él identifica yace en el modo en que estos pueden reestructurar nuestra experiencia del mundo. Como se ve, estamos ante un motivo claramente benjaminiano, aunque revitalizado por el ojo de McLuhan.

Un ejemplo que le gusta a McLuhan es el de la aparición de la imprenta. Esta fue una tecnología que cambió para siempre el mundo medieval en que vivía la Europa de la época. Como sabemos se trató de un proceso de grandes dimensiones que terminó por cambiar a la larga el rostro de la humanidad toda. Como catalizador de procesos sociales, la imprenta permitió, entre muchas otras cosas, un notorio descentramiento del poder, una postura crítica ante la posesión de la verdad y la posibilidad de afianzar al individuo como entidad independiente de la colectividad. Esto, como ya mencioné en referencia a Taylor, fue uno de los elementos decisivos en el proceso de secularización que vive Occidente. Ahora, como toda promesa, esta también implicó dificultades relativas al desmembramiento social, un individualismo exacerbado, la insubordinación y su contraparte: su uso como instrumento de uniformización, de igualación de las masas. Tensiones, todo nuevo medio trae mensajes nuevos que subvierten el orden y nos exponen ante posibilidades enormes y enormes conflictos.

 


[1] McLuhan, M. Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano. Barcelona: Paidós, 1996. Agradezco a Eduardo Marisca la ayuda con algunos de estos temas permitiéndome la lectura de un par de interesantes ensayos suyos que se acercan bastante, por otras vías, a lo que yo he tratado de elaborar aquí.

[2] Ibid. p. 29.

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8 respuestas a Marshall McLuhan: el medio es el mensaje (I)

  1. kissel dijo:

    excelente artículo, saludos

  2. Raúl E. Zegarra Medina dijo:

    Y excelentes las fotos de tu blog, Kissel. Gracias por la lectura!

  3. Jeison dijo:

    desarrollaste muy bien la idea de Mcluhan respecto a la teconología en los medios

  4. Raúl Zegarra dijo:

    Muchas gracias, Jeison. Cualquier aporte es bienvenido.

  5. GUILLERMINA dijo:

    MUY MUY BUEN ARTICULO. ME ES MUY ÚTIL PARA COMPRENDER SU VISIÓN..

  6. Raúl Zegarra dijo:

    Muchas gracias, Guillermina. Espero que te sea de ayuda.

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